Por elEconomista.es  –  21 de Septiembre de 2021

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La economía global se encuentra en terreno ignoto. Son tantas las variables en juego que resulta imposible anticipar con cierta previsión que pasará en los próximos meses. Pero entre estos escenarios posibles, uno que suena cada vez con más fuerza es la temida estanflación (con epicentro en EEUU), cuyo impacto se dejaría notar en casi todos los activos.

La ralentización del crecimiento y una inflación que está siendo más ‘pegajosa’ (duradera y alta) de lo que se esperaba, puede desembocar en una economía en la que los precios avancen mucho más deprisa que el crecimiento real de la economía. Este desenlace en la economía real afectaría a unos mercados que llevan años cotizando una economía con baja inflación y unos tipos de interés históricamente bajos. ¿Qué pasaría en las bolsas si llega la estanflación?

Desde el banco nórdico Danske Bank vienen insistiendo en las últimas semanas sobre el creciente riesgo de ver un escenario estanflacionista a nivel global, no solo en EEUU. Al auge de las materias primas, hay que sumar los cuellos de botella que siguen siendo agudos y dificultan la producción de muchos bienes, lo que a su vez está generando cierta escasez de coches nuevos, videoconsolas, ordenadores… Por otro lado, unos precios energéticos disparados que están empezando a trasladarse también a los precios finales de bienes y servicios.

“Vemos alrededor de un 30% de posibilidades de que se desarrolle un escenario de estanflación. Un factor clave detrás de este escenario es que las limitaciones de la oferta, como la escasez de mano de obra y los problemas de la cadena de suministro, persisten durante más tiempo de lo esperado, reduciendo la producción potencial y provocando un aumento adicional de las presiones salariales, lo que posiblemente se traduzca en una mayor inflación”, aseguran los economistas de Danske Bank en un informe publicado este martes.

Los analistas de esta entidad creen que los bancos centrales serán pacientes y dejarán que la inflación suba y rebase el objetivo del 2% durante un tiempo, sobre todo hasta que la inflación subyacente alcance forma sostenida el 2%. Pero “creemos que, en última instancia, endurecerán la política monetaria para evitar un desanclaje de las expectativas de inflación, con la Fed ajustando más rápidamente en los próximos meses (entre seis y 24 meses) y el BCE actuando en en el segundo semestre de 2022 si las presiones inflacionarias se mantienen elevadas a principios de 2022”, comentan los expertos.

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¿Qué pasará en los mercados?
Un endurecimiento de la política monetaria en un entorno de crecimiento económico real relativamente bajo, “en nuestra opinión, proporcionará un impacto sustancial al sentimiento de riesgo global, reforzado en parte por un dólar materialmente más fuerte, lo que provocará un impacto global que rebajará el precio de las acciones e incrementará las primas (spreads) en el mercado de bonos, especialmente el segmento de alto rendimiento o high yield”.

Las bolsas sufrirían una corrección, puesto que las valoraciones tendrán que lidiar con una política monetaria que casi seguro será menos expansiva. Con unos tipos de interés más altos y sin compras netas de activos, las empresas tendrán más dificultades para financiarse, la inversión será más cara y el consumo podría resentirse.

“Las acciones se han beneficiado durante años de una política monetaria expansiva y de los bajos rendimientos. Por un lado, el coste de financiación ha disminuido y, a pesar del aumento de los niveles de deuda, los índices de cobertura son muy altos”.

Por otro lado, la valoración relativa ha seguido hablando a favor de las acciones, según estos expertos, ya que los bonos no han parado de aumentar de precio con las compras de los bancos centrales. El informe de Danske Bank sostiene que el argumento de TINA (there is no alternative o no hay alternativa a las acciones) ha respaldado persistentemente a la renta variable.

Desde Danske Bank aseguran que sin duda, “un cambio en la política monetaria es probablemente lo que más puede desafiar las valoraciones de las acciones. Un movimiento brusco al alza de los rendimientos devaluará el argumento de TINA y, en segundo lugar, significará que el valor actual neto de los flujos de efectivo futuros caerá”.

Más ralentización económica
A todo ello habría que sumar el deterioro ‘macro’ en un contexto de elevada inflación y bajo crecimiento real. El poder adquisitivo de las familias se deterioraría, lo que podría influir en los resultados de las compañías cuya demanda es más elástica y sensible a una subida de precios.

Según la base de datos del banco nórdico, la estanflación es uno de los regímenes en los que las acciones tienden a mostrar un peor comportamiento, medido en términos reales (descontando la inflación): “Básicamente, no hay dónde esconderse en las acciones si llega un escenario de estanflación”.

¿Qué pasa si los bancos centrales no hacen nada?
En el análisis anterior se asume que la Fed y otros bancos centrales endurecen la política monetaria para evitar las persistentes presiones inflacionarias. Sin embargo, no se puede descartar una situación en la que los bancos centrales no endurezcan la política monetaria por temor al impacto negativo en la actividad económica o en el mercado de deuda (muchos países son hoy ‘solventes’ gracias a los bajos tipos de interés).

“En tal escenario, donde la economía está operando cerca de la parte vertical de la curva de oferta, un mayor estímulo resultaría principalmente en una inflación (sustancialmente) más alta, mientras que el aumento de la actividad económica sería muy limitado”, advierten desde Danske Bank.

Desde JP Morgan explicaban en un boletín semanal este verano que “la inflación alta y el crecimiento débil son aspectos negativos para casi todos los activos, puesto que la inflación, generalmente, significa tipos de interés más altos y unos costes más elevados para los insumos. Esto implicaría una caída de los márgenes de beneficio de las empresas”. Desde JP Morgan explican que ese fue el telón de fondo en la década de 1970 y principios de la de 1980.

Los economistas de Danske Bank coinciden y destacan que “llegado un momento determinado, la Fed y otros bancos centrales tendrán que endurecer aún más la política monetaria en una etapa posterior, lo que implicaría un mayor retroceso económico y un mayor impacto en los activos de riesgo”, concluyen.

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