Por World energy trade   –  15 de febrero de 2024

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En septiembre del año pasado, la asociación de la industria eléctrica de la Unión Europea, Eurelectric, advirtió de que el bloque necesitaba lo que Reuters calificó de inversiones «sin precedentes» en la mejora de la red. De lo contrario, la UE podría incumplir sus objetivos de transición energética.

Un mes después, el gobierno de Biden anunció una subvención de 3.500 millones de dólares para proyectos de mejora de la red eléctrica, incluida la construcción de nuevas líneas de transmisión para conectar más instalaciones eólicas y solares.

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Los líderes de la transición tienen prisa por reforzar sus redes. Porque sin esto, no habrá transición. Pero puede que ya lleguen tarde.

Bloomberg informó a principios de mes de que en 2023 las inversiones en expandir las redes a escala mundial aumentaron un 5% respecto al año anterior, hasta 310.000 millones de dólares.

La publicación calificó el hecho de «noticia positiva en un periodo en el que, por lo demás, se ha producido un aumento de la congestión de la red eléctrica y se han alargado las colas de interconexión».

No sólo eso, sino que Estados Unidos se situó a la cabeza, para variar, con un gasto de 87.000 millones de dólares en aspectos como la mejora de la resistencia de la red y la ampliación de la red de distribución para dar cabida a más fuentes de energía distribuida, es decir, eólica y solar. En Europa, las inversiones en mejoras y expansión de la red eléctrica ascendieron a 60.000 millones de dólares.

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La UE tiene el objetivo de generar el 45% de su electricidad a partir de fuentes bajas en carbono para 2030. La administración Biden pretende que el 80% de la generación proceda de fuentes bajas en carbono para 2030.

La red eléctrica actual no está preparada para las renovables

Para ello, ambos deben intensificar la construcción de instalaciones eólicas y solares, y deben hacerlo de forma masiva. La UE y EE.UU. también tienen que aumentar seriamente su gasto en la red.

«La red eléctrica, en su estado actual, no está preparada para hacer frente a toda la nueva demanda… necesitamos que sea más grande, más fuerte y más inteligente para poner en marcha todos estos nuevos proyectos», declaró la Secretaria de Energía estadounidense, Jennifer Granholm, en octubre, cuando se anunciaron las ayudas a la red.

Esto es lo que ocurre en todas partes donde las autoridades patrocinan la construcción masiva de centrales eólicas y solares. La razón es que las redes se desarrollaron para un sistema eléctrico basado en la carga de base, la generación de electricidad 24/7 a partir de hidrocarburos y energía nuclear e hidráulica.

Pero si la eólica y la solar van a ser las nuevas fuentes de generación, necesitaremos ampliaciones significativas de la red para llevar esa electricidad allí donde se necesite cuando esté disponible.

La eólica y la solar se construyen normalmente en zonas alejadas de los principales motores de la demanda: las ciudades. Y no sólo eso, sino que la generación eólica y solar no es algo que ocurra las veinticuatro horas del día. Las turbinas sólo generan cuando sopla el viento, y los paneles solares sólo cuando brilla el sol (incluso a través de las nubes).

El truco para utilizar la energía producida por estos sistemas es construir suficientes líneas de transmisión y distribución para garantizar que toda la producción eólica y solar llegue a algún grupo de consumidores, y que la energía no se desperdicie sólo porque, por ejemplo, el pico de producción solar suele coincidir con el valle de la demanda.

Este es el punto de la ampliación de la red eléctrica que los líderes de la transición energética deben hacer cumplir urgentemente. Las baterías son un buen argumento en un debate, pero las baterías para los sistemas eólicos y solares a escala comercial son ridículamente caras en este momento y no pueden ser un respaldo universal. La ampliación de la red es la alternativa, sin embargo, también es muy cara.

La AIE publicó el pasado octubre un informe sobre las redes. El informe señalaba que no sólo era necesario aumentar la generación de electricidad para ajustarse a los planes de transición, sino que también debía crecer la demanda, partiendo de la base de que la electrificación sustituirá al uso de hidrocarburos.

Para que todo esto ocurra sin contratiempos, según la AIE, el mundo necesita construir 80 millones de km de nuevas líneas eléctricas de aquí a 2040. Esto equivale a la longitud actual de las redes mundiales, lo que significa que necesitamos duplicar la red eléctrica actual.

Construir nuevas líneas de transmisión y distribución a esta escala será todo un reto porque, en primer lugar, es muy costoso; en segundo lugar, la gente no tiende líneas de transmisión en sus patios traseros; y en tercer lugar, porque se necesitan trabajadores específicamente cualificados para hacerlo, y éstos escasean.

Sin una gran ampliación de la red, los planes ecológicos de Estados Unidos y la UE sólo aportarán una fracción de lo que se supone que deben aportar. La eólica y la solar seguirán reduciéndose, es decir, desperdiciándose, y la transición se estancará.

Pero esa expansión necesita algo más que buena voluntad y determinación: necesita cientos de miles de millones en inversiones y la aceptación del público, así como más personal especializados, como linieros. La realidad es que será todo un desafío.

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