Por Alfredo Rueda – 01 de marzo de 2022 (El motor)
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El encarecimiento de los combustibles fósiles y la guerra Rusia – Ucrania traen a la memoria los prototipos de vehículos movidos con energía atómica.
La velada amenaza nuclear de Vladimir Putin en la guerra Rusia – Ucrania ha puesto en jaque a los países occidentales y, evidentemente, al resto del planeta. Con este peligro encima de la mesa, conviene recordar que en las décadas de los años cincuenta y sesenta se pensó que la energía atómica también podía ser utilizada en vehículos de cuatro ruedas.
Además, el encarecimiento de los combustibles fósiles tradicionales puede volver a desviar la vista hacia este tipo de energía, ahora con medios mucho más avanzados. Y es que los coches de hace 60 años se movían con reactores mucho más pequeños que los utilizados en el mundo militar, pero aun así, demasiado pesados y aparatosos para un coche.
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Es, seguramente, el más conocido de los intentos que llevaban un motor movido con energía nuclear y se dio a conocer en 1958. Era una especie de pick-up futurista, que contaba con la cabina delante y una parte trasera ocupada en su totalidad por el reactor compuesto por barras de uranio y que tenía el propósito de convertir el agua en vapor, con el cual se movería el vehículo. Pero no llegó ni siquiera a prototipo, ya que se hicieron algunas maquetas en diferentes tamaños.
Además de su carrocería, lo más curioso de este vehículo fue su autonomía teórica: 8.000 kilómetros. Pero claro, el problema venía del tamaño de su reactor y, sobre todo, de su aislamiento, no solo por el calor que generaba, sino por las radiaciones que emitía.
Debe su nombre a que solo llevaba dos ruedas en línea y al sistema giroscópico hidráulico con el que se lograba estabilizar el Ford Gyron. Las ruedas, una vez en marcha, quedaban ocultas en la carrocería. Tiene una clara inspiración aeronáutica, ya que su creador, Alex Tremulis, comenzó su carrera como diseñador para la fuerza aérea de Estados Unidos.
A bordo no había volante, sino un dial de disco y botones con el que se aceleraba, se frenaba o se introducía la marcha atrás.
Desvelado en 1959, parecía salido de una película de ciencia ficción… de la época. El prototipo apareció en el Salón de Ginebra de ese año y que fue ideado por el mismo diseñador que creó el Renault Fuego o el Citroën SM, Robert Opron.
Su habitáculo de burbuja estaba rodeado de un plástico transparente y una trasera con un enorme alerón doble, al más puro estilo de una avioneta Beechcraft Bonanza. A pesar de ese doble timón de dirección, el coche carecía de ella, por lo que debía ir sobre unos raíles colocados en el asfalto. Una idea demasiado utópica.
Studebaker-Packard Astral
Nacido el mismo año que el Nucleon, también se desveló en 1958 y fue diseñado por Edward E. Herrmann. Lo mejor del Astral es que solo disponía de una rueda central, estabilizada mediante giroscopios. También se podía mover sobre el agua y contaba con un escudo que protegía de la energía de la radiación, sobre todo, a los que rondaban por su exterior.
Ford Seattle XXI
En 1962, Ford volvió a las andadas con esta maqueta a escala 3/8 diseñada por Alex Tremullis, sí, el mismo que diseñó el Ford Gyron.