Por FORBES
El Reino Unido dejará de generar electricidad con carbón en octubre de 2024, adelantando así un año la fecha de finalización de este combustible, con el objetivo de reforzar las credenciales climáticas del país antes de la importante cumbre sobre el clima que se celebrará en noviembre.
La ministra de Energía y Cambio Climático, Anne-Marie Trevelyan, anunció hoy que la medida “enviará una clara señal a todo el mundo de que el Reino Unido está liderando el camino para dejar atrás la energía del carbón”.
El anuncio también reforzó el reclamo del Reino Unido a otros países para que aceleren el fin de la energía del carbón en todo el mundo, y dijo que el gobierno presentaría una nueva legislación para formalizar el reclamo “a la mayor brevedad”.
Sin embargo, el Reino Unido seguirá extrayendo carbón para la exportación y utilizándolo en otros procesos que requieren mucho carbón, como la fabricación de acero.
La medida es un intento del gobierno de Boris Johnson de restablecer una imagen de liderazgo antes de la crucial cumbre del clima COP26 en Glasgow, tras meses de señales contradictorias sobre la estrategia climática.
El gobierno fue criticado por el organismo de control del clima del país por no haber aplicado planes coherentes para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero o por no haber tomado medidas para prepararse para los efectos cada vez más intensos del cambio climático.
Sin embargo, la misma semana se anunció que los ministros del gobierno aprobarían un nuevo yacimiento petrolífero en el Mar del Norte, mientras se sigue estudiando una nueva y polémica mina de carbón en el norte de Inglaterra.
No obstante, la medida contra el carbón será apreciada por los especialistas y defensores del medio ambiente. El carbón es el combustible fósil más intensivo en dióxido de carbono: la AIE calcula que la generación de electricidad a partir del carbón representa alrededor del 30% de las emisiones de CO2 a nivel mundial.
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También es una de las principales fuentes de contaminación atmosférica: un importante estudio publicado en abril determinó que la quema de combustibles fósiles -en particular, el carbón- mató hasta 8,7 millones de personas en todo el mundo en 2018.
Cameron Hepburn, director de la Smith School de la Universidad de Oxford, celebró la medida.
“El carbón merece una muerte digna. Nos ha servido bien, pero es una tecnología del pasado, sucia y poco competitiva en comparación con las nuevas energías renovables, más baratas y de mayor tecnología”, explicó Hepburn.
Estas críticas se harán sentir con mayor intensidad en países como Australia, donde el primer ministro Scott Morrison declaró recientemente que el carbón tenía “10, 20, 30 años de vida”, incluso cuando la demanda se reduce y otros países se comprometen a poner fin a las ayudas a este combustible.
China, el mayor consumidor de carbón del mundo y el mayor mercado para las exportaciones de Australia, pretende alcanzar el pico de emisiones de CO2 en 2030, lo que exigirá un abandono total del combustible.
El declive del carbón británico lleva décadas gestándose, pero se ha acelerado en los últimos años. En Gran Bretaña se instaló la primera central eléctrica de carbón del mundo, construida por Thomas Edison en Londres en 1882, y en 1950 el carbón generaba el 97% de la electricidad del país.
Este porcentaje se redujo gradualmente a lo largo del siglo XX a medida que se incorporaron combustibles como el gas fósil, aunque el carbón seguía generando el 40% de la electricidad británica en 2012. Pero la Climate Change Act (Ley de Cambio Climático) de 2008 selló el destino del carbón: con el compromiso legal de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 80% para 2050, el gobierno comenzó a introducir nuevas regulaciones y a fijar precios para el CO2 para favorecer otras fuentes de generación de energía. En 2015, el gobierno designó el 2025 como el último año en que se utilizaría el carbón para generar electricidad.