Por Carlos Prego   –   30 de enero de 2022   (Xataka)

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Para llevar misiones tripuladas a Marte hace falta energía. Mucha y eficiente. Decirlo es fácil; encajar el reto, no tanto. En su empeño por afrontar ese desafío y despejar el difícil camino al planeta rojo, la NASA parece estar prestando una atención firme a la energía nuclear. Sobre la mesa tiene ya dos tecnologías para sus cohetes con las que aspira a marcar la diferencia en las próximas misiones espaciales y, en concreto, la carrera a Marte: la propulsión térmica nuclear y la propulsión eléctrica nuclear. Ambas ofrecen ventajas como el ahorro de combustible, logística y tiempo.

¿En qué consisten una y otra?

A grandes rasgos, la primera —la térmica nuclear— funciona de una forma similar a la propulsión química, aunque cambiando la cámara de combustión por un reactor nuclear que calienta un propulsor criogénico. El sistema operaría como un transbordador, con un cohete que se acopla a otros elementos de transporte. La segunda, la propulsión eléctrica nuclear, se parece más a una planta de energía nuclear como las que encontramos en la Tierra, con reacciones de fisión para generar electricidad que, a su vez, puede aprovecharse para alimentar un sistema similar al que utiliza la nave Dawn de la agencia espacial valiéndose, en su caso, de la energía solar.

Cada una de las opciones tiene sus pros y contra, claro. Como detalla Scientific American, la térmica nuclear requiere un inmenso volumen de propulsor criogénico que exigirá, con probabilidad, tanques de almacenamiento en órbita. Otro de sus principales hándicaps es la enorme temperatura que generará. Eso sí, precisamente por las características del sistema de propulsión las misiones tendrían que ponerlo en marcha durante períodos relativamente breves de tiempo.

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La propulsión eléctrica nuclear, que presenta un sistema más complejo, demanda sin embargo un mayor tiempo de funcionamiento. Al estar menos desarrollada su nivel de rendimiento no se adapta del todo a los que son necesarios para Marte y la nave que la incorpore necesitaría en cualquier caso de un pequeño “empujón” inicial con un sistema de propulsión química en momentos clave de los trayectos, como al salir de la Tierra o al entrar y partir de la órbita del planeta rojo.

De las dos opciones, la que parece mejor posicionada en la carrera para lograr misiones tripuladas a Marte es la propulsión térmica nuclear. Hace medio año, de hecho, el Congreso de EE. UU. destinó 110 millones de dólares a la NASA para que avanzara en el desarrollo de un nuevo cohete nuclear con este tipo de tecnología capaz de transportar carga y tripulación en viajes interplanetarios.

Hay avances en firme, en cualquier caso. Hace menos de un año la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) de EE. UU. anunciaba sus planes de poner en órbita un cohete nuclear ya en 2025, un vehículo de propulsión termonuclear que se enmarca en el programa DRACO (Demonstration Rocket for Agile Cislunar Operations).

El objetivo de DARPA es poner a prueba un sistema de propulsión termonuclear en cohetes en un plazo corto y con una gran ventaja añadida: dadas sus características, minimizaría las pruebas en Tierra y ahorraría la compleja burocracia que podría dilatar plazos y costes. Se realizarán pruebas, claro, pero la primera vez que se encienda el reactor será en el espacio. Los EE. UU. no son en cualquier caso los únicos que trabajan en la tecnología nuclear. En 2018 la agencia rusa Roscosmos informaba también de sus planes de retomar viejos proyectos con el propósito de desarrollar un cohete de propulsión nuclear que le permita realizar viajes interplanetarios.

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